Cercanos,
despertaremos y habremos perdido las sorpresas. Nombraremos palabras como bostezos y la cortesía buscará en las mejillas el anticipo de un beso. Nos
quitaremos el pijama común y, camino del baño, nos olvidará el deseo.
Vacíos,
ampliaremos la soledad del sueño languideciendo entre el retrete y la ducha
tibia. En el espejo destruiremos la realidad para esconder el recuerdo y,
siendo más viejos, pretenderemos ser nuevos.
Antiguos,
prepararemos un desayuno escueto, prestaremos más atención a la espiral del
café que a nuestra pareja de turno, y nos restaremos un día antes de llevarlo a
buen término.
Uniformes,
saldremos a calles recién instaladas. Aceptaremos que nuestros vecinos simulen
su alegría como nosotros simulamos la nuestra. Caminaremos rápido para que el
reloj llegue tarde y viajaremos lentos para darle alcance.
Infinitos,
transcurriremos en los despachos neutros. Esperaremos y daremos paso según
indique la sección de lo válido. Susurraremos los viejos sermones y marchitaremos
la furia como un reflejo extirpado.
Inertes,
nos recogerá la noche. Apagaremos las culpas entre las drogas legales. Espiaremos la
verdad de los vecinos, del mismo modo que ellos espiarán la nuestra, y regresaremos a la celda con la ración apropiada.
Caducos,
ingresaremos en el hogar que nos robó el sueño. Ficharemos el beso de nuestra
pareja de turno y rendiremos silencio ante un noticiario ocupado.
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