miércoles, 29 de mayo de 2019

¿Y SÍ...? (ESTRATEGIAS, PACTOS Y DISCURSOS TRAS EL 26M)




Vaya por delante, antes de meterme en harina sobre lo ocurrido en las pasadas elecciones municipales, autonómicas y europeas, que he votado a Unidas Podemos en las generales, a Unidas Podemos en las europeas y a Más Madrid en las comunitarias y municipales por la capital. Lo he hecho por principios ideológicos y pragmáticos respectivamente pese a que, desde hace años, estoy muy cabreado con muchas de las decisiones de la formación morada tanto en lo que compete a su ámbito interno como en lo que me compete a mí y a mi relación con algunos de sus diferentes responsables políticos.
Dicho esto, también debo aclarar que coincido con la reflexión de Iñaki Gabilondo realizada en el programa El Hormiguero. Un pensamiento que se puede resumir en una frase: esto que ha salido de tanta votación es nuestro retrato, el retrato del Estado Español por mucho que incomode al votante de izquierdas y al de derechas.
A los simpatizantes e inscritos de la formación anteriormente conocida como Podemos, nos tocará vivir los próximos cuatro años con estos frutos, consecuencia directa de esa estrategia simple y eficaz del PSOE a la hora de concentrar en un corto espacio de tiempo todas las elecciones posibles. Y, por más que echemos la culpa de todo lo ocurrido al otro o la otra, a la fragmentación de la izquierda o a la guerra cainita de la actual Unidas Podemos; nada va a cambiar en ese aspecto. Además, seguir por ese derrotero de tripas doloridas lo único que traerá de la mano es otra foto, una rota, hecha añicos, que conocemos bien de la época analógica de Izquierda Unida.
Nos hemos hecho, todo el país, un autoretrato cenital y este pasado domingo 26 de mayo la foto definitiva se ha impreso en papel. El mazo se ha completado y se ha enviado a los diferentes casinos. Con ese reparto de cartas se debe jugar y los distintos tapetes están sobre las mesas. Y es que el juego de la política, el de verdad, el que aguardaba Pedro Sánchez, comienza ahora y no tras las generales. Eso lo sabía entonces hasta el camarero que pone los vasos de agua en el Congreso de manera que, quien se sorprenda, es que vive la política a golpe de resultados electorales y comentarios del día después, del día sin remedio.
Por lo tanto, lo que toca es saber cómo se puede jugar la partida. Llega la hora de la estrategia y, mucho ojo, que quien determine que cualquier cuestión ya es un hecho consumado, se puede equivocar de plano.
Por un lado está la debacle de Unidas Podemos que ha perdido casi todo el poder de negociación tanto en el Congreso de l@s Diputad@s como en la mayoría de Comunidades Autónomas donde era determinante. Pese a que el ojo del huracán se ha situado en Madrid —en Ayuntamiento y Comunidad— la realidad del desastre europeo, autonómico y municipal es terca, y Pablo Iglesias, que se proyectaba como ministrable, ya intuye que, de esas, nanay…
De hecho, y esto no es un deseo sino un dato objetivo, el PSOE lograría muchísimo más poder aliándose con C´s en el Congreso a cambio, cómo no, de buenas dosis de poder para los naranjas según en qué lugares. No solo poder, también imagen. Porque, semejante alianza, que en un principio disgustará a los votantes socialistas pero agradaría sobremanera a la banca y a la patronal; la podrán adornar con un discurso de cinturón sanitario al fascismo, en pro de la igualdad y contra el machismo, como lucha contra la corrupción del PP, o como posicionamiento en Europa de la nueva política española. Los discursos se crearon para maquillar las decisiones políticas. Son, en su mayoría, la oda justificante de la acción ejecutiva y, casi con toda seguridad, el electorado del PSOE, rehecho gracias al viaje de vuelta desde Podemos donde buscó su izquierda perdida; escuchará los cantos de sirena de su líder, los entenderá, se calmará y los disculpará. La psique del ser humano es sencilla en lo que toca a las decisiones electorales dentro del binomio izquierda/derecha: entre un caballo ganador y uno perdedor, siempre elige al ganador y, en política, un ganador se crea gracias a la estrategia de su discurso. Un ejemplo de todo esto que digo es el superviviente y, ahora, victorioso Pedro Sánchez.
Cuatro años de estabilidad política hacen milagros en la memoria del votante…
Por su parte, quien tiene la sartén por el mango, aunque de esto se hablaba muy poco hasta dos días después de las elecciones, es Albert Rivera. Los resultados de la ultraderecha no sirven para nada sin la aquiescencia de C´s. No sirven para nada ni los escaños de VOX ni, por supuesto, los del PP. Así de claro: no suman en casi ningún punto estratégico. Y el PP, caso que C´s diera un giro al guión preestablecido, no rompería su alianza andaluza con los de Rivera: sólo le faltaba eso a Pablo Casado.
De manera que ahí tenemos una jugada ganadora que también añadiría el punto de imagen a C´s, un punto casi idéntico en su posible discurso al del PSOE: responsabilidad como partido de estado a la hora de frenar a la ultraderecha; arrebatar el centro político de derechas al PP; defender líneas moderadas frente a las barbaridades que se han llegado a exponer como políticas antifeministas por parte de los otros dos partidos de derechas; situarse al lado de Macron en Europa; y poder dejar, de a poco y con cierto disimulo, su letanía contra los independentistas catalanes que, Rivera ya lo sabe, no le va a llevar a más. Muy al contrario, tal y como hemos visto, la gente a la hora de decidirse por ciertas cuestiones según las encaren los partidos políticos, siempre prefiere al original y no al cuñado.
Para remate, para quitarse el chapapote que ha incluido a su formación en el infausto “Trio de Colón”, el “Trifachito”, nada mejor que convertirse en adalid de la continuidad de Manuela Carmena al frente del Ayuntamiento de Madrid… Sí, ya sé que suena a utópico, pero, en este análisis, de lo que hablo es de estrategias y si el partido de Rivera mirase esta opción a largo plazo, se daría cuenta de que siguiéndola se situaría como presidenciable en ocho años. Algo que, por el camino que discurre, no conseguirá jamás mientras el PP siga coleando y el PSOE no meta la pata de una forma gravísima. De hecho, es la estrategia que ya ha marcado Valls ofreciéndole su apoyo incondicional a Ada Colau y, desde un frente contrario pero con las mismas intenciones dialécticas, lo mismo está haciendo Iñigo Errejón en la Comunidad y Ayuntamiento de Madrid. Todo sea por evitar que el independentismo gobierne en Barcelona y que la ultraderecha tenga influencia en la capital.
¿Alguien se imagina lo que ocurriría en el PP, y al PP, si después de tirar cohetes por Madrid, bengalas por Castilla y León y algún que otro petardo por Aragón, Murcia y Melilla (sí, Melilla también caería); se encontrara con que no retiene ni gestiona nada que no sea la mencionada Andalucía y la Galicia de Feijóo? ¿Imaginan qué ocurriría con Pablo Casado? ¿Imaginan unas nuevas primarias y a los grandes nombres de la gaviota hispana pasando de nuevo por la guillotina del ridículo?
Yo sí, sí me lo imagino y estoy seguro de que se produciría ese sorpasso material, no producto de votación alguna, que tanto anhela C´s. Y el PP, por su parte, se desmoronaría no sólo por los condicionantes económicos de un desastre electoral como el que ha sufrido, sino también porque sus fieles votantes buscarían, de una vez por todas, a otro caballo que les pueda llevar a ganar. Recuerden: a nuestra psique primaria no le gusta perder y a la del votante de derechas, menos.
En resumen:
El PSOE tiene ahora un posible tapado estratégico con el que, como siempre dijo Pablo Iglesias, si dan los números, se aliará (y se librará, de una vez por todas, de las absurdas etiquetas sobre sus reuniones con el "golpismo"). Pero para ello tiene una misión controvertida cuanto menos: forjar la nueva derecha alimentando a Rivera como ariete frente a PP y VOX. Empoderar a C´s tiene sus peligros de imagen a plazo inmediato pero, puesto a funcionar el nuevo motor, la gente aplaudirá si la escudería gana carreras.
Por otro lado, en C´s pueden ponerse la capa de salvadores de la democracia; pueden lograr unas cuotas de poder impensables si, de forma definitiva, apoyasen al PP y a VOX; pueden hacerse unas fotos muy presidenciables en Europa y pueden volver a aquellos discursos moderados gracias a los cuales Rivera firmó con Sánchez para presidir una legislatura que no se dio. Se llama reposicionamiento de marca, término que conocen los marketeros naranjas a la perfección.
En tercer lugar, PP y VOX siguen creyendo que están bien vestidos y apenas si se dan cuenta de que su sastre es C´s y que la “naranja veleta” puede dejarlos en pelotas. Evitar que Isabel Díaz Ayuso, un personaje sin proyecto, con ideas estrafalarias (por no decir otra cosa) y una capacidad de liderazgo capaz de espantar a sus propios acólitos; sería una gran tentación para los de Rivera en la Comunidad de Madrid pese a que Ignacio Aguado, líder de la formación en Madrid, ya se haya decantado a favor de alianzas con el PP. Ya veremos… Como sabemos l@s madrileñ@s, nada está escrito en la comunidad del Tamayazo.
Y, por último, Unidas Podemos debe dejar de hacer autocrítica porque no la hace bien o no sabe hacerla. Su estrategia —y mira que lo tenía fácil el vendedor de ropa republicana que Pablo Iglesias tiene como asesor— ha sido un auténtico desastre. Mensajes equivocados y chabacanos; autoritarismo piramidal siguiendo modelos de partidos de toda la vida; descontento generalizado entre quienes arrimaron el hombro para crear Podemos; cainismo bochornoso con luces, cámara y sonido; venta de pieles sin oso y, para rematar la faena, el error que augura un mayor desastre, el error consistente en quemar el futuro de Irene Montero para liderar la formación cuando Pablo caiga o se marche…
Todas éstas son algunas de las cuestiones que se podían haber resuelto con estrategas profesionales (Pablo Gentili llegó tarde y se le ha hecho caso a medias) y no con amiguetes. Con un estratega profesional el famoso chalet, por poner un ejemplo sangrante e inolvidable para la gente de Podemos, se hubiera convertido en un elemento de apoyo y no de ruptura. Pero de esto, de saber cómo jugar los triunfos y las defensas, hay muy poco en la tienda de ropa republicana del señor Juanma del Olmo. Crecer en un ambiente de indignación es una fórmula que genera éxitos fulgurantes. Pero estos éxitos pueden resultar efímeros si no se mide cada paso, si no se observa con perspectiva el conjunto de la partida, si no se intuye (aunque sea consultando los libros de historia contemporánea) cómo se va a comportar la sociedad progresista cuando llegue el cansancio o cuando le vendan el fin de la crisis…
Unidas Podemos y su líder, Pablo Iglesias, tenían un abanico de grandes discursos a su disposición y por “grandes” no quiero decir que todos ellos sean buenos: tenían el consabido relato de partido anticasta ahora reunificado con el de partido antifascista; el discurso feminista; el discurso de las cloacas del estado; el discurso del cumplimiento de la Constitución; y también tenían el imprescindible, el que no hicieron, el que les hubiera otorgado el equilibrio histórico con el PSOE: el discurso de la fuerza política que unificó a la izquierda y a quienes, sin ser de izquierda, no quisieron la foto con los corruptos; tenían el de la fuerza política que luchó con eficacia contra una de las peores lacras de nuestra democracia; el discurso épico de los números que sumaron para echar a M. Rajoy y sus secuaces. Algo que todo el mundo vio pero que apenas nadie, en los diferentes actos y eventos de campaña, supo recordar y ensalzar para situar a Unidas Podemos como formación política fundamental en los tiempos que corren. ¡Uno de los mayores triunfos de la democracia, la primera vez que salía adelante una moción de censura en España para echar a un partido ineficaz y corrupto...!, y la ineptitud estratégica permitió que el gran e inestimable logro se lo llevase el viento.
Cada vez que el PSOE o el PP mencionan lo longevas que son sus siglas, lo que hacen es precisamente esto, situarse como pilares históricos, como referentes de todo lo que dura (y si dura es bueno, dice la psique del votante). Unidas Podemos no tiene edad, tiene logros, grandes logros en todos los aspectos de su influencia directa en los gobiernos para los que fueron elegidos. ¿Recuerdan ustedes alguno de dichos logros sin tener que tirar de hemeroteca?
Si no cuentas tu historia ahora, tu historia no se contará hasta después de tu muerte. Y si Pedro Sánchez con sus nueve meses de “gobierno en campaña” se calzó los zancos de presidente; Pablo Iglesias debió calzarse los de gran negociador y los de protector de la democracia frente a la corrupción. En lugar de sacar rédito político de esta acción, convirtió nuestra Constitución en un mantra y, tengámoslo claro, todos los mantras terminan aburriendo y el aburrimiento siempre desconecta. Esas fórmulas viejas sólo sirven para ensuciar la marca de un partido nuevo.
Dicho esto, ahora toca trabajar en un objetivo claro: reunificar a Unidas Podemos, consensuar, llegar a acuerdos, recuperar la esencia del 15M que hizo nacer a la formación morada, no forzar ni impostar los nuevos discursos, traer a la escena a nuevas voces y nuevas caras, elegir a l@s mejores no a los amiguetes y, si se consigue todo esto, cambiar de liderazgo para que cualquier votante de Unidas Podemos no identifique la marca con la triste y justificada derrota, con esa constante "autocrítica hacia afuera" tal y como la definía Jesús Maraña en una entrevista en la que señalaba esta actitud como uno de los males de la cúpula de Unidas Podemos. Así, de a poco, se logrará que la psique del votante de izquierdas vuelva a ilusionarse con un gran proyecto.
Se dispone de cuatro años para conseguirlo.

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