No os dejéis
engañar.
El pueblo
griego ─es decir, los
seres humanos que viven y se rigen por las leyes griegas─, y no la entidad conocida como Grecia
─el país regido
hasta hace cinco meses por una confabulación de políticos corruptos─; ha sido burlado por sus propios
dirigentes. Sí, los seres humanos griegos eligieron democráticamente a fuerzas
políticas que, en su discurso electoral, ponían sobre la mesa medidas que no
cumplieron. Después de ellos llegó Syriza y, tras propuestas a la UE,
enfrentamientos con la UE y consultas a la población griega para conocer cuál
era el apoyo a una negativa a las condiciones que ha conseguido imponer la UE;
tampoco ha cumplido con los seres humanos a los que representa. El Eurogrupo ha
vencido, ha colocado una soga sobre el cuello griego y su previsión se reduce a
una acción simple: tirar del nudo corredizo hasta que cambie el color del partido
gubernamental y lograr que Grecia salga por su propio pie ─cuando ya no tenga nada más que echar
a la olla─ de este aparato
económico que hemos aceptado creyendo que, al margen de las
transacciones libres, también construíamos un modelo solidario de convivencia
inédito hasta la fecha. Como sabemos, no se comprende dentro de la legalidad europea echar a otro país
societario. Otra cosa muy distinta es que, dicho país, decida marcharse. Eso sí
es legal en la UE.
Pues bien, tal
y como ocurrió en España en las últimas elecciones generales donde el Partido Popular
consiguió su mayoría absoluta; la ciudadanía griega creyó que sus políticos
electos ─los anteriores a
Syriza─ cumplirían su
programa y que harían una cosa muy distinta al falseo de cuentas y al posterior
salvamento de las afamadas entidades bancarias ─privadas─ que ayudaron, y mucho, a enmascarar
todas esas cuentas ante las narices taponadas de la UE y del FMI. De este modo,
una vez más, el comportamiento de ambas entidades repite patrones: no ver nada
de todo cuanto ocurre hasta que todo estalla. Recordad que tampoco vieron nada
hasta que reventó la burbuja hipotecaria (no confundir con la burbuja
inmobiliaria). Como tiendo a mal pensar de las acciones de los lobbys ─y la UE, EEUU, Rusia, China, el FMI y
el G8 no son más que un macro compendio de todos los existentes─ opino que el proceso que siguen
todos ellos es el de ver y permitir desastres, sabedores de en qué red
terminará ahogándose el pez y cuánto costará en el mercado cuando lo vendan por
piezas.
¿Os suena
esta historia?
En España la
situación fue similar hace unos años. No olvidéis aquellos test de estrés a la
banca que promovió el presidente Zapatero donde sacamos unas calificaciones
espectaculares y musculosas.
¿Recordáis
que todo fue una engañifa que derivó en el primer rescate, con forma de
simulación en diferido, que el Partido Popular y el presidente Rajoy intentaron
denominar con cualquier eufemismo menos el que correspondía? ¿Sois conscientes
de que todos los recortes que estamos sufriendo vienen de ese pago de deuda
rescatada más un préstamo del gobierno de Zapatero cuya devolución ya ni se
menciona en las tertulias matinales y nocturnas?
Las pérdidas
fiscales por las tramas de corrupción y por las fugas de capitales ni se
acercan a las cifras prestadas a estas entidades con patente de corso.
En
definitiva, las historias de Grecia y España son casi idénticas salvo que aquí
tenemos eso que se llama producto interior bruto (muy debilitado pero lo tenemos)
y allí apenas si existe (y ahora, con el nuevo acuerdo, se lo quitará la banca
privada europea). Por esta razón ─por esa diferencia productiva─, los seres humanos españoles, a durísimas penas, logramos resistir y
denunciar la escandalosa estafa a fuerza de protestas pacíficas, mientras que,
allí, los seres humanos griegos no lo han conseguido porque no se puede sacar
de donde no hay. Y este factor convierte esa diferencia en algo más brutal: mientras
que aquí ─pacto arriba,
pacto abajo─ caerá el Partido Popular;
allí caerán los seres humanos griegos. Mientras que aquí los colores políticos,
resultantes de las próximas elecciones generales, se irán amalgamando hasta que
le gusten a la Europa del Norte; allí Europa del Norte ya no tiene nada que
rascar y permitirá que se derrumbe hasta la democracia o su simulacro.
Pero, claro,
si algo nos demuestra la historia del comercio es que los mercaderes no tienen
ni idea de geopolítica. Sólo piensan en el beneficio “a corto” y, dada la
rapidez que ha impuesto la tecnología en nuestros días, determinan que el
beneficio “a largo”, entre tanto juego bursátil, está condenado por su
volatilidad. Siguen comiendo piezas de este ajedrez sin atender más que al
movimiento inmediato del contrario. Total, la partida es circular, el tablero
no tiene límites y a la mesa siempre se sientan nuevos contrincantes. Pase lo
que pase, la mejor opción es llenarse el buche en cualquier escenario posible.
Si estos
jugadores de monopoly supieran un mínimo de geopolítica, o, al menos, de
historia contemporánea; se darían cuenta de que están fabricando un escenario
prebélico a escala global. Las connotaciones actuales son tan parecidas a las
que generaron la II Guerra Mundial que se hace imposible no mirar los mapas
aterrado.
No ver los parecidos entre eso que ya conocemos como la Europa del
Norte y el mapa del Tercer Reich tras su guerra relámpago, clama al cielo. No
ver los motivos por los que Grecia es imprescindible para la OTAN, y asfixiarla,
es forzar a una nación a buscar pactos donde no quiere nadie que se busquen ni que se consigan. No atender ─por parte de Alemania─ a las advertencias de EEUU para que
se dé una solución a la crisis griega, es volver a recrear escenarios propios
de la guerra fría con una Grecia a tiro de piedra de las bases de la OTAN en
Turquía. No entender los motivos por los
que EEUU abre sus brazos bloqueadores a Cuba y a Irán, es estar completamente
ciegos. Asistir al envío de tropas de la OTAN a Ucrania y al refuerzo de las
bases alemanas con aviones A-10 y creer que esto sólo son pequeños movimientos
tácticos y disuasorios, es tomarnos a todos por tontos o, de forma definitiva, saber que lo
somos. Para colmo de las similitudes, el ejército japonés podrá recuperar la influencia en el exterior (eufemismos políticos) que le fue vetada en 1945. Justo
ahora.
Todo es tan casual que seguro que Rusia ni lo tiene en cuenta.
Si estos seres invisibles supieran más de geopolítica y de historia, sabrían también que la guerra es un negocio si se vence, pero nunca lo es para el que pierde. Es más, sabrían que todos los cálculos y previsiones salen mal parados en cualquier conflicto armado. Nadie tiene asegurada esa victoria tan beneficiosa en lo económico. Lo aleatorio es decisivo en estos casos y aún no se han inventado bolas de cristal efectivas. Si lo que pergeñan, con toda esta red de mentiras, es preparar la guerra, el tiro les puede salir por la culata del dividendo.
Pues además,
retorciendo el engaño, llegan los medios liberales y, a lo largo y ancho del
mundo, comienzan a contar que las políticas empleadas por los gobiernos de
derechas han salvado a la Europa del Sur de parecerse a Grecia.
Para esa prensa tan pagada
del Partido Popular, en España, por poner un ejemplo, el presidente Rajoy ha
sido nuestro salvador y venden la idea de que, en cinco meses, el nuevo partido
en el poder de Grecia, Syriza, ha sido el causante de su hundimiento por retar a la
Eurocámara y por proponer un referéndum que, según estas fuentes, no ha servido
para nada salvo para demoler la economía griega. Y, así, establecen otra
comparativa insultante, irreal y falaz que mucha gente de derechas se traga:
"toda formación que no siga las doctrinas del Partido Popular (que en realidad son las
de la señora Merkel) se iguala con Syriza y nos conducirá al desastre".
Esta
comparación, como digo, es insultante, irreal y falaz por un razonamiento
básico que demuestra que ni aquí, ni en la Conchinchina, estos gestores han
salvado algo que no sea el forro de sus bolsillos.
Me explico:
Si el señor
Rajoy, su gobierno y el de Merkel hubiesen sido creativos, hubiesen inventado
un sistema, una fórmula, una medicina para curarnos a todos sin llevarnos a
este sufrimiento extenuante y criminal; yo me quitaría el sombrero (o el
pañuelo) y no tendría más remedio que aplaudir y reconocer el logro. Ahora
bien, si lo que hacen todos ellos no es inventar nada, no es ni prestar cama al paciente,
no es más que aplicar sanguijuelas, no es más que alimentar con nuestra sangre a las
entidades financieras y a los grandes grupos empresariales hasta dejarlos ahítos
y endurecidos y, por otro lado, a nosotros exangües y transigentes; entonces nadie puede
otorgar ese laurel de salvador a esta pandilla de curanderos de
pacotilla.
Si alguien
ha salvado, una vez más, las puñeteras cuentas españolas, hemos sido nosotros,
los seres humanos españoles en este caso. Si alguien lo ha intentado en Grecia,
con todas sus fuerzas, paciencia y sufrimiento, han sido los seres humanos
griegos. Sus gobiernos, la UE y el FMI no han hecho nada, no han sufrido nada.
Pero todo
esto da igual ahora. El tren ha salido y no tiene frenos sea cual sea su
destino. Lo único que podemos hacer es dar respuesta a una pregunta que quizá
cambie ese camino férreo, una pregunta que deben hacerse todos los seres
humanos europeos, una pregunta que se nos debería consultar mediante referéndum, una pregunta que no se hacen nunca los matarifes que rigen este emporio.
¿Los seres
humanos que pertenecemos a la UE, queremos esta Europa?
Mucho
me temo que al Eurogrupo le importa un bledo la respuesta. De lo contrario no
hubiesen obligado a Syriza a firmar su propia condena de muerte y Merkel ─la inhumana Merkel─ hubiese contestado de otra manera a la niña refugiada palestina que hace unos días le pidió una solución para su familia.
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