miércoles, 6 de mayo de 2020

A QUIEN CORRESPONDA



Queridos amigos y conocidos que estáis publicando críticas a la labor del ejecutivo en el material que comparto en FaceBook. Ya que a muchos de vosotros os conozco y sé que, como organizadores de un ámbito laboral, sois un auténtico desastre y además, de últimas, compruebo que en un momento delicadísimo para la salud general, sois capaces de esparcir tanto descalificaciones sobre cualquier posibilidad organizativa, como opiniones arbitrarias e informaciones de dudosa procedencia; deseo aclararos, una vez más, que ni entro, ni voy a entrar, en debate alguno sobre cuestiones que tengan que ver con teorías de médicos que saben más que otros médicos, políticos que lo harían mejor que otros políticos y ciudadanía que lo haría mejor que otra ciudadanía.

Mi pensamiento y actitud es de apoyo a las políticas que intenta desarrollar nuestro gobierno electo pese a que mantengo con él una postura crítica, alerta para que no se vulneren los pocos derechos y libertades que aún poseemos…

Pero no soy ni médico, ni virólogo, ni economista, ni oficial en los cuerpos de seguridad del estado, ni político en gobernanza. Sé que tampoco lo sois ninguno de vosotros. No, ninguno de vosotros tiene todos estos estudios y, caso que los tuvierais, nunca los habéis desempeñado al unísono. Es posible que tengáis cerca a alguien que se dedique a alguna de esas profesiones; es posible que algún profesional os dé su opinión sobre lo que está ocurriendo… pero, estoy seguro de que ninguna de esas personas tiene toda la información que se debe manejar para tomar disposiciones correctas cuando se lleva el timón de un país.

Pensad en esto: la toma de decisiones ante la novedad es un proceso que conocéis a pequeña escala porque lo realizáis cuando ésta aparece en vuestro universo cotidiano. Os describo cómo funciona vuestra psique al ver el producto extraño, el producto desconocido. Son solo seis puntos o fases:

• “¿Qué es esto?” (curiosidad)
• “¿Me apetece o no me apetece?” (atracción)
• “¿Lo pruebo? (experimentación)
• “Sí/No” (decisión)
• Acierto/Error (resultado)
• Análisis objetivo (conclusión empírica).

Realizamos todos estos pasos de forma constante, aunque no siempre llegamos a la última fase del procedimiento. No analizamos los motivos, las causas de nuestro comportamiento y, por lo tanto, no llegamos a ninguna valoración sobre el porqué de nuestra actuación en un sentido o en el contrario. No analizamos ni los aciertos ni los errores. No analizamos siquiera qué es qué.

Pues, ahora, trasladad dicho protocolo al comportamiento de una pandemia provocada por un virus desconocido y magnificad la escala hasta elevarla a un grado global.

¿Lo imagináis?

Suponed vuestra mente atendiendo a todo lo que debe atender el gobierno electo (esto de “electo” que no se os olvide o entraréis en un derrotero ampliamente deseado por quienes introducen ideas adversas a vuestros verdaderos sentimientos, a vuestra educación, a vuestro razonamiento…).

Cuando lo hayáis hecho llegaréis a la conclusión certera de que no podéis con el peso de ese cúmulo de problemáticas. Os diréis que para eso existen los gobiernos que elegís cada cuatro años. Para eso, afirmaréis, los gobiernos se rodean de equipos de expertos que deben estudiar cómo se van a desarrollar los acontecimientos futuros para, según su análisis, obrar en consecuencia. El término “equipo” aparecerá de inmediato en vuestra mente y, cuando lo haga, estaréis reconociendo de forma subconsciente su necesidad prioritaria.

Pero la realidad es otra…

La realidad es que nunca os ponéis en esta tesitura. Expresáis vuestra opinión condicionada, una y mil veces, por motivaciones externas: noticias de todo signo, información contrastada, contrainformación, motivación ideológica, tipo de educación y, sobre todo, valoración de resultados desde el ego, desde lo subjetivo. Si el resultado de lo que ocurre os afecta de una forma u otra, lo consideraréis positivo o negativo. Si el virus llevó al hospital a alguien muy querido y os encontrasteis con una instalación saturada, despotricaréis con lo que hicieron ciertos intereses con nuestra sanidad; si, por el contrario, el virus ni se paseó por vuestro entorno, os parecerán exageradas las quejas de los demás. Esto es así y es inevitable. Ocurre constantemente.

Pero volviendo al tema de lo que no somos, os diré lo que sí soy y, ante todo, lo que sí fui durante muchos años. Recurro a esta descripción de mi historial laboral sin entrar en detalles curriculares para poner venda antes que herida. Pudiera ser que penséis que se trata de pura vanagloria cuando mi intención es la de certificar mi criterio. Sé de lo que hablo porque lo he vivido y, en muchos casos, lo he protagonizado:

He desarrollado gran parte de mi carrera profesional como Coordinador de Producción en el entorno audiovisual. Este cargo, que es invención mía pues lo que hago, mi función, ni existe, ni tiene nombre en España; unifica dos puestos que, según cuenta una leyenda no escrita, están condenados a machacarse por representar cada uno intereses opuestos: la Jefatura de Producción y la Ayudantía de Dirección. O lo que es lo mismo, el ajuste presupuestario y la estrategia de ahorro, contra los ajustes en el plan de rodaje motivados por cambios que, en apariencia, resultan impredecibles durante cualquier filmación.

Intento explicarlo para los neófitos: desde la meteorología cambiante, hasta una escena que no termina de funcionar; desde un foco que se funde, hasta una innovación creativa del realizador; ciertas causas logran que el cronograma de rodaje varíe y haga saltar por los aires las previsiones presupuestarias y la comodidad de lo ya asentado en el calendario. Esto suele ocurrir durante semanas y de ahí la lucha y la leyenda de odio mutuo entre ambos cargos.

Pues, como digo, al margen de diseñar las creatividades de las campañas que me encargan mis clientes, de traducirlas a un guion, de producirlas, de realizarlas, y de crear una estrategia de comunicación; también cruzo en mi mente esos dos puestos antagónicos. Soy el puñetero hombre orquesta de la producción audiovisual española y no solo vivo para contarlo, disfruto un horror con cada encargo. Cuanto más complejo sea, mejor. Porque, comprendedlo, toda la información necesaria, puesta ante mis ojos, se convierte en simple arcilla, en un tablero de ajedrez multiforme que se revela mientras lo domestico, lo moldeo y adapto; mientras predigo errores basados en la experiencia y el análisis de las situaciones; mientras aconsejo al cliente y evito que ejerza los hábitos del pasado; y, sobre todo, mientras doto de nuevas herramientas, personalizadas según los diferentes proyectos, a equipos acostumbrados a una única fórmula de proceder, a la disciplina aprendida de la "vieja escuela", en la cual creo, pero que conlleva un inmovilismo terco respecto a las múltiples posibilidades organizativas. Todo ello, recuperando el asunto de mi amor por lo complejo, para poder contemplar, desde la invisibilidad de esas dos funciones, cómo la química de mi proceso de revelado desvela el retrato preciso, el imaginado sobre el lienzo de la nada más absoluta. Y eso, os lo aseguro, provoca un placer inmenso.

Pero, aún así, pese a tanta experiencia, tanto adelanto estratégico, tanto estudio de la tendencia y tanto esfuerzo por cubrir todas las manos en cada reparto de cartas; lo verdaderamente fortuito, el accidente real, el salto de un virus desde un animal salvaje a un ser humano... no lo puedo evitar. Contra el aleteo de la mariposa no puedo hacer nada de nada. Ni previsiones, ni planes, ni leches en vinagre. Simplemente ocurre, y es inevitable porque nadie puede predecir lo que se desconoce.

En resumen, esta fue la base de mi oficio: elaborar estrategias de trabajo para equipos; en unas ocasiones enormes equipos y, en otras, equipos reducidos. Todo ello con un único objetivo: alcanzar el mayor nivel de eficacia posible. A eso he dedicado muchos años de mi vida. Al control de daños en términos absolutos. Algo que se transforma en esa eficacia que cientos de personas que han trabajado bajo mi supervisión pueden corroborar sin cortapisas, aunque esa experiencia, la corrección de lo acostumbrado, les haya dolido. Porque, sí, la eficacia nos duele un huevo. Y, visto lo visto estos días, hacer lo correcto también nos duele. Debe ser porque no tenemos costumbre.

Pero, claro, realizando esta labor tan condensada en el área de la comunicación audiovisual, uno aterriza, aunque sea sin querer y tras la tramoya, en las empresas más importantes de este país y, siguiendo la teoría de vasos comunicantes, termina trabajando para políticos que han llegado a altísimos puestos de responsabilidad, incluso a la presidencia de comunidades autónomas o del país. Alguien pregunta ¿quién puede hacer todo esto? Y alguien responde: si quieres discreción, ahorro y grandes resultados... Manuel F. es la persona que buscas. Así fue como me introduje en un universo donde llevé a término muchas tareas sin atender a ideologías y, mucho menos, a la calidad de los productos que se me encargó vender. Y no hablo precisamente de fregonas o coches. Cualquiera de vosotros que haya trabajado conmigo o me conozca en el ámbito profesional, me habrá escuchado decir: “soy como un abogado, mi labor consiste en plantear la mejor defensa posible para mi cliente”.

Punto.

Por ese principio actué y me regí hasta que apareció en mi vida el 15M. Con ese movimiento transversal, transformé mi actitud social y laboral. Por primera vez, de forma altruista, decidí tomar partido a favor de quienes siempre pierden en el juego y decidí poner mis actitudes y conocimientos a favor de la ética social. Quizá me sentía sucio, quizá había contemplado y participado de la fabricación de demasiada mierda...

En fin, a lo que iba. Para desarrollar esas estrategias a las que me refería anteriormente, me vi obligado a estudiar vuestro comportamiento como masa manipulable. Siento definirnos de este modo, pero es lo que somos entre otras muchas definiciones.

Adelantarme a vuestras posibles reacciones; preparar soluciones caso que ocurriera alguno de los supuestos que manejo; preparar planes A, B, C…Z; y, como ya he dicho, evitar errores y sus cadenas de acontecimientos; conformaban, y aún lo hacen, el núcleo duro de mis funcionalidades. Algo, esto último, que llegó a convertirse en una de las micro-obsesiones que padezco. Imaginaos esa obcecación en un dislépsico con variante disgráfica…

Dejadlo, ya os explico lo que supone:

Si bajo el influjo de mis anomalías laterales, cualquier ejercicio sencillo relacionado con la escritura, o el orden natural de la correcta comunicación, se convierte en un martirio... cuando te dedicas a lo mío, esas anomalías te llevan al repaso del repaso del repaso de forma indefinida. Chequeo, chequeo y chequeo de manera compulsiva. Nunca nada está bien porque, en realidad, nunca nada está absolutamente bien. ¿Sabéis el motivo? ¿Sabéis por qué puedo afirmar esto? Porque el tiempo para tomar decisiones siempre discurre en contra de la decisión correcta. Quienes tenemos la posibilidad o el encargo de decir "ahora", "vende", "corten", "lánzalo"... no hacemos otra cosa que afinar la puntería pero, la mayoría de las veces, disparamos sin llegar a calcular la influencia de todos los factores. No disponemos de ese tiempo. Así, cuando damos en el centro de la diana a la primera, reconocemos en nuestro fuero interno, que solo hemos tenido suerte. ¿Que antes de apretar el gatillo sabíamos que íbamos a impactar muy cerca del centro? Por supuesto. Pero que ocurra, que el disparo sea certero al ciento por ciento en las condiciones de alta variabilidad a las que está sujeta la vida misma, es completamente improbable.

Así, por más que me empeñe, por más que utilice el microscopio de mayor aumento, por más que atestigüen sobre mi eficacia tanto mis clientes como mis compañeros, por más que la lista de mis éxitos en la gestión dé la vuelta a la manzana, y por más que me rodee del mejor equipo posible… puedo afirmaros que la infalibilidad no existe.

Pese a que el comportamiento del ser humano es tan fácil de predecir y de conducir… el diablo también juega y, no os equivoquéis, pese a la influencia de la fortuna, ese demonio tiene mucho más que ver con el pensamiento crítico, con ese instante en el que limpiáis de basura el disco duro y abrís los ojos. En el 98% de las ocasiones ese momento fascinante provoca que las previsiones sobre vuestro comportamiento fallen aunque, de inmediato, se reinicie un nuevo ajuste para volver a predeciros. El engranaje de engranajes, las matemáticas aplicadas a la probabilidad algorítmica, se reconfigura y crea un color nuevo, un sabor picante pero fresco, un brillo tecnológico, un modelazo con tallas nuevas, un "sin aceite de palma", una nueva bandera, un  nuevo mensaje común y poco definido, y una nueva barrera que determine la exclusividad o la accesibilidad. Con toda esa falsa novedad, se nos vuelve a llevar al huerto y entramos sonrientes en el bote de los dueños.

Dicho todo esto, ahora pensad. Si con tan poco se nos conduce por el camino del matadero… ¿qué os ocurrirá si la situación os confina? ¿Qué os ocurrirá si vuestros recursos, robados y desperdigados entre los de siempre, van mermando sin solución de futuro? ¿Qué os ocurrirá si comienza a aburriros el soma nuestro de cada día?¿Cómo reaccionaréis ante semejante estrés, ante una tortura sin palos ni alaridos?

La respuesta es sencilla: terminaréis suplicando que la situación varíe. Y entonces abrazaréis el lado contrario a la búsqueda del beneficio común que siempre os dictó la razón simple de la ética. Sin pensar en nada más, en ningún tipo de consecuencia inmediata, a nada que os dejen la llave de la puerta, os comportaréis de forma irracional. Porque afuera están las posibilidades y dentro la oscuridad de tantísimos días confinados.

¿Que el resultado de esta tendencia es el peor? “Bueno, pensaréis, quizá a mí no me toque ese resultado en la jugada” y vuestro individualismo superará la empatía colectiva. Afuera está la comida y, aunque la hayan colocado sobre un foso, sobre una trampa inmensa, vosotros tenéis hambre y a los demás… que les jodan.

Esa es la trampa en la que estáis cayendo, la trampa contra la que seguiré luchando con todas mis fuerzas.

Mi consejo es que busquéis la calma, el raciocinio por encima del impulso, y que no hagáis sandeces como bombardear, sin más conocimiento e influencia que vuestra causa, esa acción coordinada de un gobierno que se enfrenta a una inmensa cantidad de palos en las ruedas.

Recapacitad sobre lo mucho que nos jugamos y sobre las muchas personas ya se han jugado demasiado por todos nosotros.

1 comentario:

  1. Excelente artículo. Muy a propósito de los tiempos que corren.

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