jueves, 21 de mayo de 2020

EL HUMO EN LAS TRINCHERAS




Mantengamos los pensamientos claros. Distingamos entre el humo del rastrojo para descubrir el verdadero incendio.

Esta marioneta absurda que es Isabel Díaz Ayuso no es que vaya contra el gobierno de coalición entre PSOE y Unidas Podemos; va contra la salud y los derechos de los madrileños. Y lo hace en pos de un interés, el interés de unos particulares muy concretos y muy localizables gracias a las fotos y vídeos de escopeta nacional que se están haciendo por las calles del rancio Madrid. No es una opinión. Es un hecho. Algo que se puede constatar con solo seguir el reguero de sus actos contra los principios sanitarios, de sus justificaciones de pizzería barata y de sus mentiras mitómanas promovidas urbi et orbi durante la singularidad de estos dos últimos meses. Y mucho ojo que aquí se debe reconocer su valía: ha cometido más desastres en la gestión de la CAM en sesenta días de confinamiento, que propuestas ha llevado a cabo en un año al frente de la Asamblea de la Comunidad. Con solo mencionar que su Directora de Salud, la que organizó el hospital de derivados en IFEMA, dimitió por no plegarse a sus requerimientos y firmar ese paso a la siguiente fase; queda aclarado el asunto.

Sacar a colación apartamentos de lujo a precio de saldo; clausuras de IFEMA con patada a 10.000 sanitarios; comidas basura para la descendencia de los más dañados; aviones perdidos y de hallazgo tardío e incompleto; mascarillas inservibles a coste de oro; subvenciones desaparecidas y la dolorosa noticia del pago de 7 millones de euros a la ACS de Florentino Pérez por los servicios prestados en tiempos de la muerte geriátrica; es muy necesario, es imprescindible, pero, para ella y para quienes la sostienen y financian, es el humo necesario, el humo que ciega nuestros ojos.

Tú no la importas. Ni la importas a ella, ni al PP madrileño, ni al nacional, ni, por supuesto, a Vox. Eres un número entre cientos de esquelas. Una figurita que deja de moverse si la miras desde la altura de la noria de “El tercer hombre”. Eres el atropellado en esa falacia comparativa, en ese discurso miserable de quienes explican, imitando a Trump, que es lo mismo el espacio improbable del accidente automovilístico que el espacio más que probable del contagio masivo. Con el discurso de esta gentuza, se va a tomar viento toda la probabilística y estadística analizada desde que se concibió la matemática aplicada.

¿Por qué lo hacen? ¿Por qué difunden semejante argumento enfangado en una lógica aparente pero inexistente? ¿Por qué incitan a la protesta en las calles de aquellos que, de forma histórica en tiempos de democracia, sólo se manifiestan cuando les tocan, o les desmontan, los principios amorales del nacional-catolicismo cavernoso de esta país que es España? Por una sencilla razón. Porque están al servicio del amo de la fábrica de coches y, en este caso concreto, al servicio del núcleo duro del turismo madrileño. Un lobby que no quiere reformas estructurales y laborales en el sector porque no desea que le impongan una verdadera calidad de cara al cliente, de cara a la reconversión económica de dicho sector y, ante todo, de cara al empleado. Un lobby que no desea reformas porque suponen un gasto que mejor se queda en la caja propia, aunque, a largo plazo, cercene su futuro. Pero abramos los ojos: en el mundo de los lobbys ¿quién piensa en el futuro? No te engañes. En el terreno de los grupos de presión se juega a lo inmediato y, en este “ahora”, están a punto de perder la campaña de verano. Algo que en Madrid, aunque los foráneos piensen que la capital no vive del turismo o que no vive de él durante el caluroso verano, supone unas pérdidas millonarias.

¿Son tus pérdidas? ¿Afecta a tu remuneración? ¿Atañe a tu trabajo esclavo consolidado tras la crisis del 2008? Sí, pero no. Porque tú, si se salen con la suya, vas a estar peor, mucho peor. Vas a exponerte, vas a contagiarte y vas a contagiar a tus cercanos. Tú sí, ellos, los de Núñez de Balboa, los Moralejos, no.

Sobre este punto, te planteo unas sencillas preguntas.

¿Cuántos de esos que le dan a la cacerola crees que han fallecido debido a la pandemia? Me adelanto a tu búsqueda en Google. El análisis de la influencia por sectores poblacionales, en lo que toca al tipo de rentas, arroja una respuesta clara: las clases medias y bajas son las que caen, las que mueren con amplia diferencia respecto a las clases altas. Otro interrogante: ¿Cuántos de los Cayetanos caceroleros se suicidaron durante la inconclusa crisis financiera que sufrimos desde hace doce años? Te lo digo yo, aunque, en tu fuero interno, conoces la respuesta. El dato es contundente: ninguno. ¿Cuántos de ellos se forraron con esa estafa hipotecaria de las subprimes? Más contundencia: todos. De forma directa e indirecta, pero lo hicieron todos sin ninguna duda a este respecto. Ellos sí, pero, parafraseando a Serrat, tú no, tú no, tú… no.

Tú a lo de toda tu vida: a interiorizar que se acabaron tus derechos salariales; a aceptar la quiebra de los derechos constitucionales; a ver cómo vuelves a depender de tus padres o de tus abuelos, o del pequeño patrimonio familiar ahorrado durante generaciones familiares a base de mucho trabajo, de mucho sufrimiento; tú a dilapidar tu futuro, tu educación, tu sanidad, todo lo público, todo aquello que sufragan unos impuestos que ellos no padecen porque no pagan en justa proporción.

Y, sin embargo, el Think Tank del PP, con Pablo Casado abanderando, Isabel Díaz Ayuso defendiendo el fortín corrupto en la capital, y Aznar en los fogones; repite el mantra trumpista; el argumento comparativo entre lo accidental y lo probable. Sin ir más lejos, el miércoles, día 20 de mayo, Pablo Casado exponía el pernicioso argumento en el debate para la ampliación del estado de alarma. Eso sí, llevándolo aún más a la derecha, no vaya a ser que, en una de estas, le gane su socio Abascal la posición de la oposición canalla: “Evidentemente, retorció, se evitan contagios encerrando en casa a 47 millones de personas al igual que se evitan accidentes laborales y de tráfico…” Con absoluta fachatez lanzó esta frase en sede parlamentaria. Porque ¿qué más da dónde se diga una falacia si, total, lo que se busca con ella es que el mensaje diseñado llegue y empape al mayor número de mentes despistadas? ¿Qué importa el foro si lo que se busca es implantar la idea de que debemos seguir viviendo, aunque muramos los de siempre?

Tú sí. Ellos, los dueños de la fábrica de coches, no.

De este modo, con estas tretas dialécticas, desvían tu mirada sobre la cuestión de fondo. ¿Por qué este movimiento de exaltación fascista precisamente ahora? ¿Por qué no en el pasado, en el 2008, cuando la economía mundial se iba a la mierda? ¿Por qué envían a sus huestes a los barrios obreros en busca de la confrontación, de la chispa mediática que genere el verdadero incendio? La respuesta concreta a estas preguntas, que parece evidente dicho lo dicho, es más que oscura, es tremenda para sus intereses, es aquella que se debe ocultar a tus ojos, es aquella que, sea como sea, tú no debes percibir de ninguna manera...:

Verás, esta vez, la naturaleza de la crisis es otra, es distinta a la de las hipotecas basura que nos vendieron; esta vez no es el resultado de su juego de póker especulativo; esta vez no se trata de un chantaje a los gobiernos del mundo que, como sabemos, se vieron forzados (con pequeñísimas y loables excepciones) a rescatar su sistema financiero con nuestro dinero y con los créditos que también paga ese mismo fondo, el de tu bolsillo, el de la caja salarial del currante. No. Esta vez ha sido un virus, un aleteo no pronosticable de la naturaleza, algo fuera de cualquier plan económico de las grandes fortunas y de las empresas que conforman los índices bursátiles, llámense IBEX-35, Dow Jones, CAC-40, DAX, etc, etc, etc… No, esta vez los cálculos de probabilidades económicas no han detectado lo que nos ocurre.

¿Y qué es eso que nos ocurre? ¿Que sufrimos una pandemia global? ¿Algo comparable a los futuribles efectos del calentamiento global que tan poco les importa a los gestores de todos los índices?

Sí, qué duda cabe. Pero, también, y aquí estriba la diferencia, esos gestores y sus gestionados ahora sufren otro efecto del que no dicen palabra: el de la mayor huelga general jamás pronosticada. Una huelga global sin previo aviso; estipulada, no convocada, por las organizaciones y los ministerios de salud de todo el planeta. Huelga global con servicios mínimos, con proyectos de rentas vitales para los más perjudicados, con ayudas para la viabilidad y resistencia de las pequeñas y medianas empresas, con pagos a los autónomos, con ERTES y no ERES… Una especie de paradoja en la cual los gobiernos progresistas (y algunos que no lo son, pero que actúan y asumen medidas similares de cara a próximas elecciones) están actuando como verdaderos sindicatos, protegiendo a las clases trabajadoras para que no incumplan su parón, para que resistan el hostigamiento del impago salarial y para que se atrincheren en aras de la salud general. Sí, trinchera, no encierro. No caigamos en otra argucia dialéctica. Tengámoslo claro. Tú (nosotros) lo que haces es defenderte, protegerte junto a los tuyos. Una defensa regulada, y muchas veces improvisada, según varía el comportamiento de los múltiples enemigos; una defensa que ellos, los dueños de la fábrica de coches, han detectado como un ataque, el de una huelga global inimaginable.

Ellos saben qué ocurre, tú, al parecer, no.

Ésta es la razón que motiva las algaradas fascistas, una huelga global que les machaca los intereses. La fábrica de coches no produce, no vende, y una inmensa mayoría puede percibir (porque esta nueva crisis se lo está constatando), que no se necesitan ni más coches, ni más petróleos, ni más gases, ni más carbones, ni más coltanes que los imprescindibles. Y, ya de paso, en un alarde, todo este movimiento también podría entenderse como una nueva revolución industrial y tecnológica, transmutable a las políticas de los gobiernos progresistas que, del mismo modo que la sociedad vulnerable, pueden apuntar hacia esa diana que en las grandes reuniones de mercadotecnia se denomina "nicho de mercado", aunque la vendan con el eufemismo “ventana de oportunidad”. Las energías alternativas, saludables, sanadoras… Un mirador desde donde buscar el enorme beneficio de la industria de la salud y la ecología; donde descubrir que se puede innovar y generar miles de puestos de trabajo en sectores relacionados con la investigación, con la reforestación, con la alimentación saludable, con la cultura no especulativa, con la educación universal y de calidad, con la microbanca ética, con el reciclaje no contaminante o con la conservación de lo necesario… En definitiva, con la reconversión de todos los sectores económicos destinándolos al bien común antes de vernos abocados a cruzar la última frontera, la última ocasión que nos brinda el futuro. Algo a lo que filibusteros como Aznar, Pablo Casado, Díaz Ayuso, Abascal y su escisión del PP; tildarán de sistema bolivariano, venezolano o comunista utilizando sus definiciones favoritas por el rechazo adoctrinado que provocan. Una falacia más porque, ante todo, lo que implica esta reconversión es un posicionamiento a la vanguardia de lo que va a ser necesario por imperativo natural; la única fórmula de equilibrio entre la salud general, la salud de los ecosistemas y el reflote de una economía que nunca podrá perder de vista la competitividad para mantener la espiral virtuosa. Un plan esperanzador y realista que significará una patada a las múltiples herencias de aquella lejana revolución industrial del siglo XVIII. Más a las claras: ese cambio estructural que tanto temen quienes no hacen nada por frenar el mal que nos ha llegado y que, con total seguridad, nos va a llegar desenfrenado y apocalíptico.

Me atrevo a decir que la nuestra, la enorme sociedad no acaudalada, la sociedad de currantes que temen por la pérdida de su puesto de trabajo indefinido (ojo al calificativo); la sociedad de quienes alternan trabajos basura día sí día también; la de los propietarios y socios de PYMES muy pequeñas; la de los autónomos siempre maltratados por una cuerda floja con forma de soga; esa sociedad entregada, luchadora y comprometida de verdad con un país al que ama y respeta sin necesidad de un baile de banderas; esa sociedad  integradora, no excluyente, que constituimos los demás… está muy entrenada en el honrado ejercicio de saber aguantar. Supimos resistir tras lo que nos hicieron años atrás y, pese a la pérdida de innumerables vidas, pese a padecer condiciones al límite de la dignidad, soportamos aquel terrible bombardeo.

Ellos, los Cayetanos de Núñez de Balboa, los Moralejos, los que dijeron sí a la guerra de Aznar, los que apoyan la desescalada de Pablo Casado y cazarolean los precipitados cambios de fase de Díaz Ayuso; son tan valientes porque a esos peligros, a esos frentes, ante esas balas te colocarás tú. Sin embargo, esta vez, quizá última, pueden estar perdidos si nos mantenemos en el puesto, en las barricadas, en nuestro hogar, en nuestra oportunidad y en nuestro ejercicio de responsabilidad.

Miremos más allá de tanto humo.



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